Noticias de Ayer

Ordenó el mazo y lo partió. Depositó la baraja boca abajo sobre la mesa y la mezcló con movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj. Separó los naipes en dos grupos. Posteriormente los volvió a reunir frente a ella y le pidió a Octavio que eligiera una carta y luego tres más.

Él quería conocer la razón por la que su mujer hacía meses que se comportaba de manera extraña, como si ocultara algo terrible.

Sé que es fiel. Porque si no lo fuera, me hubiera dado cuenta…

Si – afirmó la pitonisa – los policías también tienen un sexto sentido. Pueden oler las cosas que suceden a cientos de kilómetros de distancia.

Octavio había visitado a la tarotista, después de que su madre le hubiera insistido durante semanas, que aclarara sus dudas con ella.

Doña Áurea dio vuelta la primera carta.

Mmmm… la rueda de la fortuna. ¿Has intentado tener hijos?

Uff – se quitó el sudor de la frente y respondió – Si, durante muchos años y no hemos podido… ¿Ese es el problema? – preguntó con voz quebrada mientras observaba como la vidente volteaba lentamente las tres cartas que faltaban.

Ante los ojos de ambos aparecían: la emperatriz, el diablo y la muerte.

Por la confianza que tengo con tu madre, que es amiga mía de la infancia… – continuó la adivina – podría predecir que tu esposa quedó embarazada y abortó. Lo siento mucho – finalizó con tristeza y creyendo con certeza, en lo que había interpretado.

No es posible! Tire las cartas de nuevo! – golpeó la mesa e inclinó el torso hacia delante – Tire… las cartas… de nuevo… – repitió enojado.

No tentemos a la desgracia – le dijo con el ceño fruncido y llevó su pesada espalda hacia atrás.

¡¿Y esa carta que significa?! – en un intento desesperado por recuperar la conversación, hizo un movimiento brusco con su mano derecha y empujó a la muerte hacia el borde de la mesa.

Lo que estás viendo hijo. Eso significa – respondió mientras volvía a reunir a todas las cartas en un solo mazo.

Eso era un esqueleto! – gritó atormentado – es el esqueleto del hijo que mi mujer abortó o se trata de otra muerte?!

Estás muy nervioso, debés tranquilizarte – se puso de pie con dificultad, los 110 kilos de su cuerpo le exigían que permaneciera sentada, pero su corazón le ordenaba levantarse – voy a prepararte una manzanilla…

Lo que quiero es que me responda lo que le pregunté! No quiero ninguna manzanilla. ¿Ese hijo era mío?! ¿Puede saberse eso en las cartas? – Octavio insistía y cada vez con más violencia.

Tavi – le habló con dulzura – hemos interrumpido la tirada porque en estas condiciones no podemos continuar. Regresá otro día y la repetimos.

Tavi… – murmuró con la vista perdida sobre la mesa – ¡solo mi madre puede llamarme así! ¿lo entendió?! – la silla en la que estaba sentado, la lanzó hacía atrás y luego caminó hacia la puerta que daba a la calle – Ese hijo, no era mío – le dijo mirándola a los ojos – y usted lo sabe.

Doña Áurea unió sus manos muy cerca de los labios y se lamentó por lo que acababa de ocurrir.

Octavio regresó a su coche y antes de ponerlo en marcha, sacó el teléfono de la guantera y marcó el número de su esposa. No era la primera vez que lo hacía y que la llamada se derivaba al contestador. Arrojó el celular hacia la luneta trasera y gritó – La madre puta que la parió! – después se sostuvo del volante y apoyó la cabeza sobre él, como buscando algo de paz; pero ésta no llegó.

A pocos metros del lugar donde se encontraba, frente a su mismo campo de visión; una mujer embarazada de unos siete meses, fue increpada por dos delincuentes menores de edad, que pretendían arrebatarle: uno, el bolso y el otro, su carrito de la compra.

Socorro! Socorro! Me están robando!– gritaba encolerizada la mujer mientras forcejeaba con los adolescentes.

Octavio descendió del coche, desefundó su arma reglamentaria y mientras corría hacia ellos, les apuntó.

Alto, policía! – exclamó a viva voz. En cuanto lo vieron, los jóvenes soltaron las cosas y huyeron del lugar – Se encuentra bien señora? – le preguntó nada más llegar.

Si, si, gracias, muchísimas gracias – los vecinos comenzaron a acercarse y Octavio reanudó la persecusión de los asaltantes.

Él había visto cuando doblaron a la izquierda, en la siguiente calle. Así que fue hasta allí y se encontró con un callejón sin salida.

Es solo tentativa, es solo tentativa, no va a pasar nada – pensaba.

Al fondo, frente a la entrada de una discoteca clausurada, se hallaba un contenedor que rebosaba de basura: recipientes vacíos de bebidas alcohólicas, restos de comida, cajas de cartones destruidas, servilletas sucias, periódicos viejos…

Se aproximó hacia él y se escondió detrás. Era tal la furia que sentía por el resultado de la tirada de las cartas y lo que había ocurrido con aquella mujer embarazada; que había decidido esperar a que aparecieran los dos ladrones, para desquitarse todo su odio con ellos.

Miró hacia arriba y sobre su cabeza se extendían cuerdas que iban de una ventana a la otra, con ropa aún mojada. Observó hacia los costados y descubrió a un gato muerto, que por su aspecto, llevaba varios días ahí siendo comido por los ratones. Al girar su rostro una vez más, fijó su atención en el titular de uno de los diarios que amenazaba con caerse del contenedor. En el artículo se mencionaba una fecha: 5 de febrero de 2014. Octavio sintió tanto dolor, que dejó de leer, apoyó el cañón de su arma debajo del mentón y se disparó.

Sinda Miranda